Las ruinas del invierno by Kamilla Oresvärd

Las ruinas del invierno by Kamilla Oresvärd

autor:Kamilla Oresvärd [Oresvärd, Kamilla]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-10-08T00:00:00+00:00


54

—¡Excelente, Anton! Y, por favor, saluda a Mona y dale las gracias de mi parte —dice Petra, sonriendo y ajustándose las gafas de diseño sobre la nariz—. Por fin sabemos quién es la víctima. Ahora solo tenemos que encontrar al autor del crimen y el motivo.

Anton intenta devolverle la sonrisa. Si le muestra su irritación, ella gana. Es verdad que ha sido su madre quien lo ha ayudado de nuevo al darle esa información, pero no hace falta que Petra se lo recuerde a él y a todos los presentes. Da un paso a un lado y pone las manos en el respaldo de la silla para apoyarse en ella. Lo que debe hacer es comportarse como un profesional.

—¿Qué sabemos de la víctima además de que es de Uddevalla y que vivía en las Islas Caimán? —continúa Petra.

Con Pierre Wilkins, la policía de Trollhättan se ha metido en las ligas mayores, muy lejos de los casos de bicicletas robadas, y todo gracias a él, reflexiona Anton. Tal vez Petra debería pensar en eso. Desvía la mirada y la deja vagar por la mesa.

—¿Recordáis la fuga de información Paradise de hace un par de años? —pregunta y, al ver que algunos asienten, continúa—: Los documentos filtrados describían con todo detalle la manera en que muchas empresas y personas poderosas ponían sus fortunas en paraísos fiscales. Y, aunque la mayoría de esas cuentas fueran legales, requerían una sofisticada planificación fiscal. Pierre Wilkins vivía en Londres en esa época y se dedicaba a asesorar a algunas de esas personas y empresas.

—Sí, lo recuerdo bien —asiente Petra—. Fue un lío gigantesco. Había mucha gente involucrada.

—Sí, fue una enorme cantidad de documentos —dice Anton—. Se habla de que fueron 13,4 millones de documentos y que fueron revisados por trescientos ochenta y dos periodistas en sesenta y siete países.

Petra silba y se oyen murmullos de sorpresa en varios rincones de la sala.

—Había muchos famosos entre los nombres. Desde miembros de la realeza y presidentes hasta artistas de renombre mundial que hicieron una fortuna enviando su dinero a esos paraísos fiscales.

—Así que Pierre Wilkins ayudó a gente asquerosamente rica a hacerse aún más rica —interviene Bodil, empujando el snus bajo su labio con la lengua.

—Sí, podría decirse. Y él también ganó mucho dinero con ello.

—Por tanto, ¿era un delincuente?

—No necesariamente —contesta él—. En los noventa, este tipo de actividad era, en teoría, un delito, pero ahora se considera una evasión fiscal legal.

—Cuando hay mucho en juego, también hay muchos riesgos —dice Bodil, reclinando la silla sobre sus patas traseras.

—¿A qué te refieres?

Bodil deja que las patas de su silla caigan al suelo con un ruido sordo y se inclina hacia delante sobre la mesa.

—Si Pierre estaba involucrado en algo que implicaba mucho dinero, alguien debe haber hecho todo lo posible para encubrirlo, fuera o no ilegal.

Anton asiente despacio con la cabeza.

—Sí, puede que tengas razón. Podría ser alguien que intentaba cubrir sus huellas. Se habría deshecho de Pierre para encubrir algo que no quiere que salga a la luz.



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